Lunes

“Los lunes eran lo peor que podía pasarle en la semana. Los lunes a la mañana, y los lunes al mediodía y a la tarde, y a la noche. La noche era para él el peor momento de los lunes. Se tiraba en la pequeña cama de su diminuto departamento, extrañaba el color azul que nunca tuvo en sus ojos y miraba el techo hasta que el reloj le prometía que iba a hacer lo posible por apurar su paso de tortuga. Porque los lunes, todas las agujas de todos los relojes del mundo giran más despacio que de costumbre, y sus engranajes prometen cosas que no estan dispuestos a cumplir.
La comida siempre sabía mal los lunes, para el desayuno, para el almuerzo, la merienda y para la cena. Y durante la cena, siempre había un Judas en su mesa cada lunes. Sabía que las polillas estaban dispuestas a devorar su remera preferida los lunes. El cielo no dejaba de nublarse para él, todos los lunes. Si lo hubieras conocido te hubiera recomendado que nunca celebraras picnics los lunes porque -te hubiera dicho bajando el tono de voz- es sabido que justo en esos días a la lluvia le encanta arruinar los manteles a cuadros.
Todas las puertas se empeñaban en agarrarle los dedos y los timbres en jugarle bromas del tipo electro-shock los lunes. Los lunes las persianas no subían y los somníferos no daban resultado. Los vasos no acababan de llenarse y se pasaban los fideos y saltaban los tapones y no sonaba el teléfono y se rayaban sus discos preferidos, todos los malditos lunes. Todos los podridos lunes se acordaba de mi y pensaba en lo bueno que hubiera sido asesinarme, perdía los señaladores de los libros que estaba leyendo, sufría terribles dolores de cabeza y se compadecía de la humanidad entera, sobre todo de si mismo.
Si te hubieras chocado con él de camino a la plaza te hubiera jurado que no creía en Dios, pero voy a confesarte algo: todos los domingos por la noche rezaba para que después de las doce fuera mágicamente martes.”

en Oh! No un fotoblog que merece la pena, al menos, por las ilustraciones.